El glifosato es un herbicida ampliamente utilizado en todo el mundo para controlar las malas hierbas en cultivos, jardines y carreteras. Fue desarrollado por la compañía estadounidense Monsanto en los años 70 y desde entonces se ha convertido en uno de los pesticidas más populares del mundo. El glifosato es un herbicida no selectivo, lo que significa que puede matar cualquier planta en su camino. Esto lo hace muy efectivo en la eliminación de malas hierbas en cultivos de maíz, soja y algodón. Según el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria de Argentina, se estima que el 95% de los cultivos transgénicos de soja, maíz y algodón se fumigan con glifosato. El glifosato es un herbicida sistémico, lo que significa que es absorbido por la planta y se distribuye por su sistema vascular. Esto lo hace muy efectivo en la eliminación de malas hierbas de raíz profunda y otras plantas perennes. Sin embargo, también significa que puede ser difícil de controlar si se filtra en el suelo o el agua subterránea. La contaminación del suelo y del agua es uno de los principales riesgos asociados con el uso de glifosato. La exposición a largo plazo al herbicida puede afectar negativamente la calidad del suelo y la calidad del agua, lo que puede tener serias consecuencias para la salud. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el glifosato es "probablemente cancerígeno para los seres humanos". Esta conclusión se basa en estudios en animales y en humanos que han encontrado una posible asociación entre la exposición al glifosato y el cáncer. Además del riesgo de cáncer, el glifosato también se ha relacionado con una variedad de otros problemas de salud. La exposición a largo plazo al herbicida ha sido vinculada con la enfermedad de Parkinson, problemas reproductivos, daño renal y problemas de tiroides. El glifosato se encuentra en muchos productos alimenticios, especialmente en los cultivos que han sido tratados con el herbicida. Algunos estudios han encontrado niveles significativos de glifosato en la leche materna, la orina y la sangre de las personas que han sido expuestas al herbicida. En respuesta a los riesgos para la salud asociados con el glifosato, algunos países han decidido prohibir su uso. De hecho, más de 20 países han prohibido el uso del herbicida, incluyendo Francia, Austria y los Países Bajos. Otros países, como Estados Unidos y Argentina, permiten el uso de glifosato a pesar de los riesgos para la salud. En resumen, el glifosato es un herbicida ampliamente utilizado en todo el mundo para controlar las malas hierbas en cultivos, jardines y carreteras. Sin embargo, su uso puede tener serias consecuencias para la salud y el medio ambiente. Los consumidores deben tomar medidas para reducir su exposición al glifosato mediante el consumo de alimentos orgánicos y el uso de productos para el cuidado del hogar libres de pesticidas. Además, los países y las corporaciones deben reconsiderar el uso de glifosato en la agricultura y explorar alternativas más seguras y amigables con el medio ambiente.
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