El hígado desempeña un papel fundamental en nuestro organismo, ya que cumple funciones vitales como la producción de bilis, el metabolismo de los nutrientes, la eliminación de toxinas y la síntesis de proteínas. Por lo tanto, cuando el hígado se ve afectado por alguna enfermedad, es de suma importancia detectarla a tiempo para evitar complicaciones. En este sentido, las transaminasas juegan un papel clave en el diagnóstico de enfermedades hepáticas.
Las transaminasas son enzimas que se encuentran dentro de las células hepáticas y que se liberan al torrente sanguíneo cuando el hígado está dañado o inflamado. Hay dos tipos principales de transaminasas que se utilizan con frecuencia en el diagnóstico de enfermedades hepáticas: la alanina aminotransferasa (ALT) y la aspartato aminotransferasa (AST).
La ALT se encuentra principalmente en las células del hígado y su elevación en sangre indica daño hepático. Los niveles normales de ALT se encuentran entre 7 y 55 unidades por litro de suero en hombres, y entre 5 y 45 unidades por litro en mujeres. Si los niveles de ALT superan estos valores, puede ser indicativo de hepatitis viral, enfermedad del hígado graso no alcohólico, enfermedad hepática alcohólica, cirrosis, entre otras enfermedades hepáticas.
La AST, por otro lado, se encuentra en diversas células del organismo, incluyendo el hígado, el corazón, los músculos y los riñones. Aunque también puede indicar daño hepático, su elevación no es tan específica como la de la ALT. Los valores normales de AST están entre 10 y 40 unidades por litro de suero en hombres, y entre 9 y 32 unidades por litro en mujeres. Por lo tanto, es importante tener en cuenta otros parámetros clínicos para determinar si la elevación de la AST se debe a un problema hepático o a otra causa.
Es importante destacar que la elevación de las transaminasas no siempre indica la presencia de una enfermedad hepática, ya que también puede estar relacionada con otras condiciones como el consumo excesivo de alcohol, el uso de ciertos medicamentos, el ejercicio intenso, el infarto de miocardio o la obesidad. Por lo tanto, es fundamental realizar una evaluación clínica completa, incluyendo pruebas adicionales, para confirmar el diagnóstico.
En casos en los que las transaminasas se encuentren elevadas y exista una sospecha de enfermedad hepática, es común realizar pruebas adicionales como la determinación de los niveles de bilirrubina, gammaglutamil transferasa (GGT), fosfatasa alcalina (ALP), entre otros marcadores hepáticos. Además, es posible que se requiera la realización de una biopsia hepática para obtener una muestra del tejido hepático y así confirmar el diagnóstico.
En conclusión, las transaminasas son enzimas fundamentales en el diagnóstico de enfermedades hepáticas. Su elevación en sangre puede indicar daño hepático y son utilizadas como marcadores para determinar la presencia de hepatitis viral, enfermedad del hígado graso no alcohólico, enfermedad hepática alcohólica, cirrosis, entre otras. Sin embargo, es importante tener en cuenta que su elevación no siempre es específica de una enfermedad hepática, por lo que se deben realizar pruebas adicionales para confirmar el diagnóstico. Así, el monitoreo regular de las transaminasas puede ayudar a detectar y tratar a tiempo las enfermedades hepáticas, evitando así complicaciones mayores.